Confusión

Despierto palpitando en contra de las leyes que dictan mis más profundos deseos, y pienso que el mundo no es más que una hemorragia de torpezas que mamá lamenta. Soy triste. Trazo en macabros silencios Cristos sosteniendo las cruces que apuñalan el seso, mientras  todos los días ladra hambrienta una antropomorfa jauría espantando la caridad de todos los duendes presentes desde la diestra de Dios, sin principio, sin fin. Vengo, o acaso voy; solo el vacío pinta mejor la existencia.
Parpadeo con las artes polícromas de una cuita en la cruda pelea por alcanzar las verdades que las luces ennegrecen, comprendiendo que no hay mejor forma de sufrir dolores ajenos para reconocer, como tiene que ser, las grietas en los caprichos del pensamiento. Tarareo con la lengua escondida en los arpegios de una sorda existencia, donde rechina la barata fragancia de una puta moneda y donde las más inocentes ilusiones son acribilladas por fusiles anónimos ante la famélica voracidad de cánceres carroñeros. Enmudezco. Enmudezco con el perfecto discurso de una lágrima que escapa de sus manantiales para entregarse a la batalla con un arsenal de besos y conquistar al menos fantasmas de paz. Suspiro desde el polvo tóxico de todos los acertijos. ¡Renuncio a todo, incluyendo a la nada! Arrebujo todos los delirios en pliegues craneales. Tramo el escape a territorios que se construyen más allá de las barreras limítrofes del presente, del pasado y del mismo futuro. Ausculto todos los nortes donde dicen que la fe cosecha los frutos de la esperanza. Cierro los ojos henchido con la dulce ilusión de libertar a todas las almas. Duermo sin tregua, al amparo de la nada que es todo y viceversa. Respiro. Pulso sin tiempo.
Camino por calles vacías, desnudo, consumido, entre sombras y fantasmas que arañan a sangrar, con raquíticas lenguas, millonarios zaguanes. Gimo con pasmosos latidos, que se comprimen con violencia febril, en los senderos extraviados del cerebro repentinamente asaltado por la soberbia velocidad de una ráfaga de acertijos. Grito. ¡Grito! ¡¡Grito!! Rabio al compás de todas las probabilidades de la impotencia, con los ojos revueltos, en la luz de una espectral confusión.