Por Francisco GONZALES
La ruta a la ciudad de Huari, es una experiencia y un
descubrimiento. Salimos de Huaraz, temprano y apuramos el camino que nos devora
o lo devoramos, en la moderna autopista. El puente de Tacllán en las afueras de
Huaraz, el río Santa que discurre y nos llama al continuo encuentro por el lado
derecho es nuestro interlocutor de siglos que nos cuenta sus grandezas de
forjador de paisajes del Callejón de Huaylas, donde reina.
Quechcap
Quechcap, una estancia a la otra orilla del río se divisa,
ya está resurgiendo después del sismo. La Casa Hacienda desmoronada es sólo un
recuerdo. Quedan todavía vestigios de su grandeza en las paredes manchadas por
las lluvias y en la distribución señorial del patio y traspatio, graneros y
corral. También hay en la colina vestigios arqueológicos destrozados. Todo nos
habla del paso del hombre por estas campiñas que pintan la cordillera negra.
Seguimos avanzando, hay un puente que se mantiene por
milagro, ya un repunte de agua se lo llevará y no habrá comunicación inmediata
sino por el vado. Es peligroso, recuerdo que de niño había que pasar con sogas
y abrazados unos a otros. Las piedras jabonosas del río nos hacen resbalar y
tiritando con los zapatos al hombro pasábamos a la otra "banda" era
los famosos días de "hacerse la vaca" para no ir a la escuela o
porque se había llegado tarde.
Toclla y Pariac
Cinco kilómetros y llegamos a Toclla a la derecha y su
clásica capillita, luego Pariac a la izquierda y los puentes de doble vía que
recortan curvas, siguen desfilando estancias a ambos lados de la carretera y
del río a la derecha, aguas arriba, las casitas son notas rojas o naranjas
entre los cerros ocres, violetas y verdes. Hay eucaliptus y nogales y sauces y
san pablos y yerbasantas. Seguimos ascendiendo, Colcapampa a la izquierda,
quedan todavía los cipreses en una avenida que está fuera de la vía asfaltada,
pues la carretera antigua ha sido rectificada y sólo hay restos pintorescos de
callecitas que se dominan desde lo alto de la vía.
Aco
Estarnos en Aco, otro gran puente y hacia el lado derecho
del río avistamos la Iglesia Huantumey, única que resistió los embates del
sismo y quedó todavía enhiesta. Es clásica viñeta de calendarios por su gracia
rural. Seguimos y la cascada de Arzobispo nos invita, a damos un baño, baja
bulliciosa y tremante hasta que avistamos el más hermoso puente de Bedoya, de
donde parten caminos, a Olleros, Canray Chico, Canray Grande y Collahuasi.
Hay que subir a una colina y a través de los
"anquicashas', observar en el puente el ir y venir de los carros y
camiones de múltiples colores. Ya estamos cerca de Recuay, el río está ahora al
costado izquierdo. A lo lejos y a contraluz podemos admirar todavía las Ruinas
de "Pueblo Viejo" a los pies de la Cordillera Blanca. — Torrepampa
con sus restos prehispánicos. — Hay caminos, paredes, habitaciones, hornacinas.
— Un pueblo muerto, olvidado, destruido. Nos apena este olvido.
Recuay
La nueva carretera asfaltada ya no ingresa a la ciudad de
Recuay, pasa por la parte alta y podemos admirar el soberbio panorama de la
ciudad. Recuay sigue conservando su antiguo trazo de ciudad serrana, con calles
estrechas. Tejados rojos todavía, no hay gran incursión de la calamina y es una
mancha roja, rodeada por las violetas de la cordillera, la blancura de los
nevados y el azul purísimo de este cielo. Ya el frío es notable, estamos a mayor
altura 3,420 m. – Admiramos las cuevas de San Patricio, las estalactitas y sus caprichosas
formas. Luego Ticapampa, sus canteras de Ónix, la “Pared pétrea de Salinas” y
la carretera para Aija y Cotaparaco. – Por último ingresamos a la puna después del
puente de Parco llegamos a Catac, (3,799 m.s.n.m.) lugar del desvío de la
carretera a Chavín Huari.
Esta puna es una
hermosa planicie de donde se contempla en toda su grandiosidad el telón de
fondo al oeste, ocre y violeta y que es la Cordillera Negra. Cordillera que
encierra yacimientos mineros muy importantes y las pintorescas ciudades de
"Las Vertientes".
Desfile de nevados
Luego, al Este, estamos avistando
los flancos de la Cordillera Blanca. Es un espectáculo panorámico incomparable.
Desfile de nevados que recorre la vista, desde el Huandoy, Huascarán, Copa,
Vallunarayu, Ranrapalca, Rima Rima, Huantzan, y otros hasta las cumbres que
vigilan a la Laguna Sagrada de Querococha, que la avistaremos luego.
De la Revista Heraldo de Ancash.
Setiembre – 1983.